Hoy en esta sección no vamos a homenajear a ningún gran chef de nuestra cocina, ni siquiera a un laureado jefe de sala, sino a alguien mucho, mucho mas grande, a Leticia Matarazzo gerente del Bar Marvi sito en la Calle Justo y Pastor de Valencia, que tras veintisiete años al mando del establecimiento celebró estos días con todos nosotros su jubilación.
Leticia podía haber hecho un viaje, irse al cine, a cenar con la familia, invitarnos a una cañita o a un pequeño almuerzo para celebrarlo, pero no, eso para ella era demasiado poco, así que decidió reunirnos a todos (invitándonos personalmente uno a uno) amigos y clientes y dar una gran fiesta de despedida. Lo que no sabía la mujer es que su hijo Tino, había contratado un grupo de mariachis para amenizar tan entrañable encuentro y conseguir emocionar a su madre, y vaya si lo consiguió. Las canciones entonadas por el grupo arrancaron lágrimas de su rostro, sobre todo en el momento en que Tino se armó de valor y cantó para ella una de las rancheras.
Leticia siempre ha sido una persona luchadora, valiente, honesta y trabajadora que desde hace muchos años tuvo que hacerse cargo de la familia.

Bar Marvi

A pesar de la cantidad de horas que siempre necesitó dedicar a su trabajo para sacarlos adelante, nunca escatimó las horas para estar junto a ellos en los momentos en que la necesitaron. Incluso tuvo tiempo más que suficiente para inculcarles unos altos valores de humildad, respeto y serenidad, que predicó insistentemente con su ejemplo.
La mirada de Leticia es como el agua, limpia, pura y cristalina, que permite ver a través de sus dulces pupilas un manantial de nobleza y un enorme corazón, algo inédito en un cuerpo como el suyo. Un cariño que extiende desde su familia a sus clientes y amigos, entre los que siento un orgullo inmenso de formar parte. No es necesario conocerla durante mucho tiempo para darte cuenta de sus virtudes. ella es así, natural, sencilla y cercana.

Hoy no toca hablar de la gastronomía del Bar Marvi, del que ha hecho en estas casi tres décadas un santuario de la buena comida y un lugar de encuentro entre amigos, pero inevitablemente y para que entiendan el gran esfuerzo de esta mujer diremos que ha convertido un pequeño bar de cañas y cafés en todo un referente de nuestros bares, en el cual no es posible ni almorzar, ni comer ni cenar si no reservas previamente una mesa, si bien siempre hay un espacio en la barra para todo aquel que no tiene reserva, y un trato gentil que te hace sentir como en tu propia casa.

La transformación del Marvi no ha sido producto de la casualidad sino del esfuerzo continuo de esta mujer que abría el local cuando salía el sol y lo cerraba cuando la luna llevaba ya varias horas iluminando la noche valenciana. No recuerdo ningún quejido de sus labios a causa del exceso de trabajo, ni negó por cansancio una amigable sonrisa a ninguno de sus clientes. Ella siempre ha estado por encima de las miserias humanas.

Leticia es como dice mi gran amigo Jose López, la madre de todos, nuestra hermana mayor, siempre ha tenido palabras de ánimo cuando nos ha notado decaídos. Sinceramente no se quien echará de menos más a quien, si ella a nosotros o nosotros a ella. A nosotros nos queda el consuelo de que quizás la veamos visitar el Marvi de vez en cuando y además su esencia siempre estará junto a la cafetera, en la cocina, en las mesas y en cualquier rincón de su entrañable bar.
En la fiesta de la despedida no hubo un ápice de tristeza, sino todo lo contrario. Ella se mostraba muy complacida, feliz, compartiendo tan mágico momento con la familia y amigos. A pesar de los innumerables ramos de flores que recibió en escasos minutos (creo que las floristerías cercanas se quedaron sin existencias), la flor que más brillaba era ella. Sus ojos eran un faro de luz, henchidos de cariño hacia todos los presentes. Tanta es su generosidad que daba la impresión de que su mirada te pedía perdón por jubilarse.
Sin ningún lugar a dudas echaremos de menos su maternal sonrisa, pero estoy seguro de que aunque no la veamos tan a menudo como hasta ahora.
Leticia pensará en cada uno de nosotros y no nos olvidará. Afortunadamente para ella no somos un puñado de pesados clientes (aunque alguno lo seamos de verdad), sino una extensión de su familia a quienes profesa un gran cariño y respeto.
Leticia puede estar tranquila porque las riendas del Marvi están seguras. Tino lleva la nave por muy buen camino, se nota que es un trocito de esta gran mujer. A nosotros nos queda el consuelo de que a pesar de no tenerla a ella tan cerca seguiremos compartiendo con Tino esos maravillosos momentos en el Bar Marvi. Leticia muchísimas gracias por lo mucho que nos has dado y el cariño mostrado durante todos estos años.